1973. Mis comienzos universitarios. Recuerdo mi efervescencia revolucionaria en aquellos años anteriores de ascenso social y político de Allende y de las voces que en Suramérica le anticipaban o anunciaban, sobre todo los cantautores chilenos y argentinos que propugnaban una recuperación folklórica de su música y poesía voceando la justicia social y la igualdad de los trabajadores. Todo aquello lo sajó de un tajo un largo y cruento golpe de estado. Países hermanados seguían el ejemplo de la madre patria en el 39. Y allí se acabó una brizna de libertad y esperanza naciente que hubiera podido precipitar aún más la decadencia de nuestro decrépito régimen. Luego, lo consabido. La dictadura todo lo tizna y contagia de un rencor sumergido que no halla otra salida que los mil planes posibles para abatirla, siempre en lucha permanente con el otro, con el de la otra ideología, con el que humilló su cerviz a costa de su libertad y a ganancia de su felicidad material y su tranquilidad de no ser investigado o perseguido. Y de ahí sólo nace otra lucha ronca y subterránea que nunca converge con ninguna otra corriente. El vacío, la desilusión, el refugio en el yo propio, en la intimidad personal y que el mundo se despeñe por donde le plazca. Y la esperanza casi inútil de una justicia a largo plazo que pueda traer cierta serenidad a los ánimos de los familiares de represaliados. Las madres de mayo argentinas, los familiares de desaparecidos en Chile, las fosas comunes, los tiros a ruleta rusa, los empujones desde los vuelos de la muerte hacia un mar inmisericorde de donde no cabe rescate posible. El sufrimiento multiplicado por mil e inútil del hombre por el hombre. Cualquier filosofía y teología se queda corta para explicar esta persecución sin fin. Hoy sorprende y asquea este comportamiento. Hay ejemplos inmediatos, aún ahora, de comportamientos abominables individuales de lo que podemos ser. Nadie podría después de tanto mal amontonado año tras año y siglo tras siglo aseverar que nada de lo que se ha producido no se volverá a producir. Vivimos en nuestra pequeña tregua de exclusión de guerra y persecución; pero en muchos lugares de este mundo eso nunca se ha producido y en los que está más o menos instalado ¿por cuánto tiempo? La desolación y la provisionalidad, junto con la desconfianza en el hombre, anegan el sentimiento de pesimismo. La recuperación del pasado, la justicia tardía y contra nadie, pero justicia al fin, nos reconcilia con lo mejor de ese sentimiento, aunque el odio innato no pueda contenerse por haber dado en alguno de sus blancos. Pero no es el odio cumplido el que nos ennoblece. Es la culminación de alguna sombra de justeza en el convencimiento de lo que nunca debiera haber sucedido. Divagaría así por rutas inexploradas de las que tal vez solo yo podría dar cuenta en un monólogo alocado e insensato… Pero la recuperación de los restos de Víctor Jara, con el que tanto cantamos, remedando a Miguel Hernández, me reconcilia con el otro Pedro, aquel ser noble, ingenuo y convencido de cierta fuerza para cambiar un mundo que siempre repugna al que empieza a pensar. Por eso, yo también pienso que sería necesario recuperar e identificar los restos de García Lorca y de tantos otros. Saldrían así a la luz muchos fantasmas del pasado. A los verdugos… el olvido más absoluto que acalla al menos al rencor y a la exclusión del perdón.
No me deja indiferente, no, la recuperación de su memoria. De Víctor Jara nos queda aún su voz firme y esperanzada. Y la melodía de aquella Amanda que iba a verse cinco minutos con su amado a la fábrica tal vez a acercarle la merendera con el bocado de cada día.
"I am moved more and more by what I see around me...the poverty of my own country, of Latin America and other countries of the world; I have seen with my own eyes memorials to the Jews in Warsaw, the panic caused by the bomb, the disintegration that war causes to human beings and all that is born of them...But I have also seen what love can do, what strength of a person who is happy can achieve. Because of all this, and because above all I desire peace, I need the wood and strings of my guitar to give vent to sadness or happiness, some verse which opens up the heart like a wound, some line which helps us all to turn from inside ourselves to look out and see the world with new eyes." (De una entrevista a Víctor Jara)