Sunday, August 17, 2008

SENDERO PR-CV-63.9

16 Agosto 2008.
Sobre las 7:15 h. salgo de casa. Remonto por la calle Segorbe de Gátova y tomo el ascenso progresivo hasta el Pico del Águila, primero por la pista forestal; a mitad de la misma, atajo por una subida entre matorrales que me planta en el collado de donde arranca la pista hormigonada para que el guardia forestal de la caseta del Pico pueda subir con facilidad en coche hasta la misma (este inicio de camino ya lo hizo el grupo RocaCoscollá en su sabatina Gátova-Serra.) Allí mismo un poste indicador debería orientarnos en las rutas a seguir, pero sus astas están esparcidas por tierra (decisión seguramente de algún gamberro). Debería indicarnos si nos situamos con dicho poste a nuestras espaldas: a la izquierda, el Pico del Águila; a la derecha, Tristán; de frente, Soneja PR-CV-63.9 10.9 km. De casa aquí hay aproximadamente otros dos kilómetros, luego el destino que pretendo está a unos 13 km.
No llevo GPS, ni brújula y el móvil apagado; pretendo hacer la ruta a pelo y en solitario porque se me ha descolgado el único amigo que me iba a acompañar; una ruta que al primero que sorprende es a mí, porque su arranque en una zona de matorrales no sugiere ni me hace adivinar que justo de enfrente de mí pueda surgir algo practicable para senderismo. Las señales son muy copiosas en los primeros metros, así que me aventuro con la seguridad de seguir una ruta precisa. Las señales hasta llegar al valle se sucederán con la misma frecuencia. No caminaré 50 metros sin ver alguna superabundante marca vaticana (como se me antoja llamar a la marca amarilla y blanca). A veces la vegetación se estrecha y te hace sentir el arañazo de sus espinas, pero la senda en el suelo es siempre bien nítida. No hay en todo el recorrido opción para el error por lo que aconsejo dejar los GPS y dedicarse a disfrutar de las fantásticas vistas que tendremos durante el descenso hasta el valle: de frente, la interminable sucesión de picos y sierras bien definidos de El Espadán, de soslayo pero bien visible y casi sin desviar la vista, la masa menos individualizada de La Calderona en su tramo de Gátova a Serra.
En la bajada homogénea, nunca brusca, aparecerá intermitentemente el apelotonamiento blanco del callejero de Segorbe y las poblaciones dispersas de los alrededores: Altura, Navajas, Castellnovo, Geldo, Almedíjar; más a la izquierda riela entre el paisaje el azogue del embalse del Regajo (digo riela, porque aquí uno es algo lector de Espronceda). Siempre de frente, el perfil dentado de El Espadán con sus diferentes picos, alturas, puntos geodésicos se recorta alto en el horizonte. Apto para que alguien nos pueda dar una sustanciosa lección de geografía. Y entre la vista del macizo de La Calderona y el galgear de El Espadán por el horizonte, el prolífico valle del Palancia, surcado de motitas blancas que son pueblos, de masías esparcidas a discreción, huertas, polígonos industriales junto a la autovía por la que trasiegan camiones y coches sin interrupción. La mañana ha amanecido fresca. Así que sin darme cuenta me voy plantando en las estribaciones de estos cabezos que enseñorea El Águila casi junto al valle.
De frente surge de pronto un monte redondo que nos hurta la vista que venía refiriendo; se llama el Lomo Gordo; hay que sortearlo por la derecha (las señales siguen siendo abundantes y claras). La senda empieza a tener un empedrado de casquillos de escopeta de cazadores, por eso en periodo de caza habrá que andarse con tiento. Paro unos minutos a reparar fuerzas con una ligera colación de frutas y agua. Comienzo a llanear y enseguida llego a un antiguo aprisco en ruinas (el corral del Gordo) que también hay que rodear por la derecha para salir a una pista más ancha que ya sin titubeos nos llevará a nuestro destino cruzando la carretera que lleva a la masía del Capitán y a Segorbe por la izquierda, y a la masía de Ferrer por la derecha; la cruzamos perpendicularmente y hay un breve ascenso incidentalmente asfaltado (unos cien metros) para facilitar el progreso de la explotación de arcilla del monte que a nuestra derecha alza su amenazante silueta. A la izquierda queda una pequeña y honda laguna de agua sobre la que hoy planean las golondrinas; y más al fondo, la masía del Capitán de recia fortificación.
A partir de ahora escasearán las señales en parte por estar tachadas con cal blanca (no adivino el motivo) y en parte porque ya no son necesarias: el camino es bien claro y sin posibles errores. Hay otras sendas y caminos que con orígenes diversos se incorporan al camino; se ve claro que son incorporaciones y no desvíos que nos puedan desorientar. Ralentizo mi paso según mi pie izquierdo me lo pide –ni neuroma me da de cuando en cuando sus temibles latigazos- Paso junto a una explotación cementera con su enorme agujero a mi derecha y compruebo cómo la insaciable actividad humana va capa a capa desmontando el paisaje y dejando enormes heridas en su seno, desgraciadamente siempre bien visibles. En este país, el que contamina, el que interfiere con la naturaleza, el que no corrige los posibles efectos devastadores de su actividad, ese NO PAGA; pagamos todos los demás.
La pista, a partir de ahora bien ancha, blanca y polvorienta por el pateo constante de camiones y excavadoras, nos llevará en breve perpendicularmente a la vía verde de Ojos Negros, a la vía del tren, a la autovía que discurren parejas y paralelas por este trazado. A mano izquierda, queda Soneja; pero como lo que se ve más cercano es su polígono industrial con la cementera en primer término –vista y acogimiento poco aconsejables- decido seguir la vía verde (antigua vía minera) hacia la derecha en dirección a Valencia, pueden suponerme unos tres kilómetros más, pero mucho más aconsejables. Paso por un puente que vadea la vía del tren por debajo y que no cruzo (tal vez erróneamente; hubiera sido la incorporación más natural); continúo más adelante y a falta de una ruta que me traslade al otro lado de la autovía, cruzo a discreción la vía del tren y voy terreno a través hasta la carretera de servicio que sale de la autovía viniendo de Segorbe para acceder a la localidad de Sot de Ferrer que se ve más de un kilómetro al fondo hacia el paredón espadanil. Llego a una rotonda, paso la autovía por un paso elevado y enfilo la carretera que me lleva derecho a la población. Son las 10:30 h.
Vale la pena detenerse un poco en este no sé por qué desconocido y poco visitado enclave, tan a mano para los que por la zona transitamos con frecuencia. A la entrada, el puente nuevo sobre el Palancia, alto y encantador. A las orillas del río huertas feraces a las que acompasa el sonido cantarín del río. A la derecha, el antiguo puente de ladrillo, ya deshabilitado e incompleto, como una ruina que nos recuerda antiguas historias. Entramos directamente en Sot; sus calles, rectas, limpias, silenciosas, amplias y casi todas sombreadas llevan nombre de santos o nombres de la Virgen; de la calle de entrada, continuación del puente, salen perpendiculares a su vez las demás calles; las de la derecha hasta detenerse en las faldas del monte peculiar donde se halla el calvario antecedido por su vía crucis en zig-zag, blanco y visible desde todas las lejanías y que identifica al pueblo. La segunda calle de la izquierda desemboca en la plaza de la iglesia. ¿Por qué no detenerse aquí y después dar un paseo benefactor por sus callejas?.
La iglesia del siglo XVIII es de estilo neoclásico, la mole impresionante de su fachada se remata con una decoración lineal en ladrillo imitando los triglifos y metopas sin decoración; por encima el potente relieve de su frontón y dos recios cuerpos de campana a modo de torres coronados por pequeñas cúpulas de la misma factura que la cúpula central: enorme media naranja cubierta con teja cerámica de reflejos azules (muy al estilo valenciano). Sobre este cuerpo una linterna. El interior adivino barroco, pero en mis dos visitas nunca lo he encontrado abierto; como tampoco el elegante palacio renacentista que flanquea la iglesia a mano izquierda, del s.XIV y fina fachada sobre alta base de mampostería. La decoración de su fachada –un trampantojo muy deteriorado- no desmerece la contemplación del conjunto; en ella resaltan tres ventanales góticos (dos bíforos y uno tríforo) de bella factura y sencillez. Remata el conjunto un galería de vanos apuntados y en los extremos laterales dos torreones no almenados. La magnitud escurialense de esta plaza bien merece un descanso contemplativo en el banco de su breve jardín. Pasear por la población es un descanso para las piernas algo vapuleadas del camino; y llegarse a la fuente pública con dos grifos de un chorro apoteósico y que necesitan de buena fuerza para accionarse; su agua es potable. Este fácil paseo ha bien merecido la pena.

Valoración:
A ojo de mal cubero unos 16 km. Recorrido fácil y, si no arrecia el calor, superfácil. Sólo es algo dura la subida al collado desde Gátova. Vistas constantes excepcionales. No hay fuentes en todo el recorrido. Si no echáis comida, hay buena cosecha de algarrobos; su fruto, de raro sabor, es muy energético. Para quien estime el estilizado de sus piernas, pantalón largo.
Hay dos maneras de endurecer esta ruta:
1) Haciendo el recorrido en sentido inverso y ascendente, es decir Sot de Ferrer-Gátova (mejor Sot de Ferrer que Soneja). Gran inconvenciente: las vistas quedarán siempre a la espalda y no tenemos ojos en el cogote; y no hay posibilidad de entretenerse una media hora al final por el pueblo.
2) Comenzando en la fuente del Rebollo de Gátova. Supondría unos 4 ó 5 km más. En esta fuente hay muy buena y fresca agua. Desde aquí se enlaza en muy pocos metros con el final de la ruta Cueva Santa-Gátova que ya hizo el grupo RocaCoscollá. Se llegaría a Gátova descolgándose sobre ella desde el monte (entrada triunfal de excepción) y se seguiría con el recorrido antes referido.
A esta fuente se llega tomando la salida de Gátova a Altura; a pocos kilómetros y tras unas cuantas curvas y alguna subida, sale a mano izquierda una desviación en pronunciada curva que lleva siguiéndola sin desviarse a una primera fuente (la de la Alameda) y posteriormente a otra fuente: la del Rebollo donde se puede aparcar ampliamente.
Es ruta lineal. Por lo que habría que dejar algunos coches en Sot de Ferrer y seguir a Gátova, para a su vez a la vuelta proceder en sentido inverso.
Buena ruta, compañeros. Y si habéis notado algo de acidez en mi ironía, no os habéis equivocado, así que no la disculpéis; son fruto de mi mala h..... por no poder saborear tan extensa y libremente estas aventuras; ofrezco místicamente mis molestias por aquellos impedidos de caminar que nunca las saborearon.
Y si alguien o álguienes quieren hacer la ruta y no tienen con quién, yo me presto a acompañaros -siempre que estéis dispuestos a cargar conmigo si los latigazos son insufribles-
CIAO/SLA/AU REVOIR/FINS AVIAT.
Pedro