Al fin, el 14N, aunque con la ausencia dolorosa de quien propició dicho encuentro, Manuel Bas, hacia quien nuestra tertulia se volvía asiduamente con nuestra solidaridad y profundo sentimiento de hermandad y compañía en estos penosos momentos de su vida. Gracias, amigo, por este encuentro que a ti se debió. Y que la serenidad se instale en tu alma después de la dura embestida de la vida en estos últimos meses. Aguardamos mejor ocasión para repetirlo contigo. Sobre las 11 de la mañana fuimos progresivamente apareciendo con mejor o peor suerte según la calidad de los tomtomes pues bien pocos supieron dar con las coordenadas cartográficas en que se sitúa el lugar del encuentro. Por más señas, un pino grande y los contenedores de basura y las palmeras para suplir a los artefactos de la técnica: como buscar una aguja en un pajar. Pero sobre las 12 ya estábamos todos reunidos. Los abrazos y en seguida a la faena: el almuerzo de morcillas, chorizos, longanizas, cafelito y pasteles. Charlas, recuerdos, muchos recuerdos... sobre todo con aquellos que hacía más tiempo de desencuentro: Ramón y Bernabeu de Cox. Aunque el tiempo ha pasado una pátina de nieve sobre todas las cabezas y sobre muchas también una guadaña con que despejar nuestras frentes, pero allí estábamos todos reconocibles: Mora, Agulló, Pacheco, Rael, Valentín, Bernabeu, Ramón, Berenguer, Martorell, Julio, Pedro y Simón que se reincorporó algo más tarde, pero a tiempo de la comida principal.
Dos novedades: abrimos la página blog de nuevo para Seráfics y prometo a Agulló un lenguaje menos barroco y retórico. Intentaré poco a poco ir retirando del blog aquella parte última que he llenado con mis soliloquios y queda abierta e inaugurada de nuevo la página para acogida de todas las colaboraciones que se os antojen. Lo mejor por ahora es que me enviéis por email las colaboraciones y yo las publicaré. Si alguien tiene la foto en blanco y negro de la Magdalena vista desde el camino de Massamagrell de los años 60 con que ilustré al principio la cabecera de esta página que me la envíe para volverla a poner en su sitio y el embrujo que me causa el Partenón pasará a ilustrar otra página más personal.
Dos novedades: abrimos la página blog de nuevo para Seráfics y prometo a Agulló un lenguaje menos barroco y retórico. Intentaré poco a poco ir retirando del blog aquella parte última que he llenado con mis soliloquios y queda abierta e inaugurada de nuevo la página para acogida de todas las colaboraciones que se os antojen. Lo mejor por ahora es que me enviéis por email las colaboraciones y yo las publicaré. Si alguien tiene la foto en blanco y negro de la Magdalena vista desde el camino de Massamagrell de los años 60 con que ilustré al principio la cabecera de esta página que me la envíe para volverla a poner en su sitio y el embrujo que me causa el Partenón pasará a ilustrar otra página más personal.
Vino luego el turno de las clóchinas, enormes y carnosas, recordándonos con sus insinuante melaza los pecados de la carne a que fuimos ajenos durante mucho tiempo. Y luego el de los langostinos, oriundos de la zona, más tersos y con más sabor de mar que los de Vinaroz, en decir de Agulló, experimentado en subastas de pescado y lonjas. Y la paella de marisco de la que poco puedo decir porque no le haría justicia a su belleza plástica y a su placer degustativo. Mejor que lo veáis en alguna de las fotos ilustrativas. Y otro café y más pastas: excelentes unos almendrados salidos de las manos de la mujer de Mora. Siempre ellas, imprescindibles, muchas veces en la sombra. Para evitar la somnolencia del empacho Julio y Pacheco nos deleitaron con algunas melodías valencianas a la dolçaina -algo estridente por la caña aún seca- que no gustó tanto al gato y a los perritos que se escabulleron en busca de mejores siestas.
Hablamos de todo y de todos los que se nos vinieron a la cabeza con el humor que el vinillo con que regábamos nuestros ágapes (porque fueron dos) nos iba contagiando y soltando nuestras lenguas. Aunque Valentín es un primer espada en esto de tertuliar, tal vez porque mantiene la más privilegiada de las memorias con detalles que hasta los directos implicados habíamos olvidado. La buena sintonía entre personas, entorno idílico y manduca hizo todo lo demás. Sólo hizo falta instalar una mesa en medio de una hacienda entre palmeras, junto a un paellero de diseño, al lado de la piscina y la cancha de baloncesto en la que solo a unos pocos les entraron los tiros ensayados en la Montanyeta al estilo de los héroes de entonces: Emiliano y Sevillano. Lástima que no estuviera Velázquez, pues él fue su mejor discípulo y nos hubiera deleitado con sus triples, pero tuvo la gentileza de llamarnos en plena sesión. Un abrazo en la distancia. Se pasó también por allí unos minutos para el saludo el hermano de Pascual con la misma silueta elegante y casi silente que le recuerdo por la Montañeta.
Hablamos de todo y de todos los que se nos vinieron a la cabeza con el humor que el vinillo con que regábamos nuestros ágapes (porque fueron dos) nos iba contagiando y soltando nuestras lenguas. Aunque Valentín es un primer espada en esto de tertuliar, tal vez porque mantiene la más privilegiada de las memorias con detalles que hasta los directos implicados habíamos olvidado. La buena sintonía entre personas, entorno idílico y manduca hizo todo lo demás. Sólo hizo falta instalar una mesa en medio de una hacienda entre palmeras, junto a un paellero de diseño, al lado de la piscina y la cancha de baloncesto en la que solo a unos pocos les entraron los tiros ensayados en la Montanyeta al estilo de los héroes de entonces: Emiliano y Sevillano. Lástima que no estuviera Velázquez, pues él fue su mejor discípulo y nos hubiera deleitado con sus triples, pero tuvo la gentileza de llamarnos en plena sesión. Un abrazo en la distancia. Se pasó también por allí unos minutos para el saludo el hermano de Pascual con la misma silueta elegante y casi silente que le recuerdo por la Montañeta.
Entonces sacó Miguel un álbum de fotos del año de la picor (principios de los 60) y allí fue querer adivinar quién era quién y acordarse de muchos ausentes y desaparecidos. Ramón y Bernabeu todavía se hacen cruces al recordar la anécdota intranscendente pero de alcance insospechado por la que yo me vi privado de su compañía hasta hoy. La dictadura del momento se instaló también en la cuadratura de las mentes ofuscadas por la severidad religiosa que no conocía de sentimientos personales y de comprensión y menos aún de psicología infantil. Cuando la luz del día se iba esfumando precipitadamente por culpa del último ajuste otoñal de los relojes se nos vimo a las mientes que teníamos familia (mujeres e hijos) que también nos estaría reclamando y empezamos a recoger. Con los humos de los tubos de escape otra vez en ebullición hurgando en el dédalo de carreterillas de aquel palmeral de Elche, se esfumó el encanto y tornó a instalarse la nostalgia. (Perdón, Agulló, por saltarme mi propósito en esta última frase; pero es que la cabra tira al monte). Ya con la noche y las estrellas sobre nuestras cabezas buscamos nuestros retornos. Y creo que todos en ese instante nos acordamos de otra noche más oscura junto a un lago en algún lugar de Suiza.