Tras el paréntesis de la guerra indecente de Israel contra... contra nadie, opresión y genocidio contra un pueblo abatido, acobardado y casi sin reacción más que para reparar las necesidades más perentorias. Tras este paréntesis insolventado, retomo una cierta normalidad. Vayan mis deseos de satisfaceros con la fulgurante música de Keith Jarret, como músico de jazz y de música clásica. Glen Gould ya se sacó de la manga la interpretación atípica, al piano sobre una silla de enea desportillada y enfundado en una gabardina y bufanda. KJ aportó sus interpretaciones de pie sobre un piano en que el único pedal prevalente es el derecho y sus comentarios sobre la marcha. Ahí os van
Solo Concerto Keith Jarret
Allegro del concierto de Mozart para dos pianos
Solo Concerto Keith Jarret
Allegro del concierto de Mozart para dos pianos
Que los disfrutéis. El día 25 de febrero viene a Valencia un pianista joven, Paul Lewis, discípulo de Alfred Brendel. Tiene en su haber la grabación de la integral de sonatas para piano de Beethoven; espléndidos. Le veré interpretar los 4 impromptus D935 de Schubert y las 33 variaciones sobre un tema de Diabelli Op.120 de Beethoven. Os contaré.
El jueves 12 tengo sesión recordatoria: interpretan en El Principal de Valencia "La vida es sueño" de Calderón: algunas fibras de mis resonancias magdalenienses se estremecerán con las evocaciones del príncipe Segismundo. Está volviendo a Valencia el teatro clásico, en este caso el barroco; la semana pasada asistimos a una soberbia interpretación de la Compañía de Teatro Nacional de un memorable "Don Gil de las calzas verdes" de Tirso de Molina. Tras tanto teatro moderno o clásico modernizado, con uno o dos actores en escena haciendo los mil paripés de todo personaje habido o por haber, ha sido una gozada ver desfilar por el escenario variedad de personajes (hasta 17 en esta obra) con una ambientación muy de la época, con una arpista interpretando en directo a lo largo de la obra y los actores cantando canciones renacientes. La crisis está trayendo buenos espectáculos. Que siga la crisis