Wednesday, May 20, 2009

RECAPITULANDO

En estos momentos en que el recuerdo de quien me dio inmerecida y misericordemente el ser planea sobre mi cabeza por circunstancias, mi homenaje se traslada a la música y pongo en el pick-up de mi ordenador la música que prefería, Swan Lake, en este caso por Charles Dutoit, majestuosa, elegante. La orquestación de Tchaikovsky alcanzas cotas de genio; me llama siempre la atención el efecto del flautín en la segunda pieza, un vals. Y como quedé en comentar algunos hechos culturales que acaecen por aquí de vez en cuando, me pongo manos a la obra. Pasó Paul Lewis por el Palau de la Música con una espléndida y poderosa interpretación de los impromptus D 935 de Schubert y de las Variaciones Diabelli de Beethoven. La magia del piano se alía con el poder absorbente de una interpretación segura y consistente, elegante y fruto de mil horas de ensayar a solas, de reinterpretación de la experiencia de estos dos compositores -tan cercanas- de explotar los elementos armónicos del instrumento y hasta incluso de innovar en sonido, aunque siempre éste apoyado en los pedales. Me extrañó, sin embargo, la exclusiva y machacona tendencia a usar el pedal derecho. A Joao Pires la escuché en una ocasión otra interpretación del mismo Schubert con escasa asistencia de dicho pedal. Eso requiere el máximo dominio de la técnica: el legato perfecto. En el caso de Paul Lewis es sorprendente que ni una sola vez pisó el pedal medio. Si puedo con ello, intentaré ver si la obra no lo requiere o es un "debe" de muchos pianistas. Asombrosa la capacidad de memorizar del pianismo actual. Recuerdo aún, después de años, la simbiosis con el instrumento de uno de sus maestros, Alfred Brendel, interpretando Kreisleriana de Schumann. Pasó también por el mismo escenario Frans Brügger con la "misa en si menor" de Bach, pero no pude asistir ¡pena! Todavía me resuena en los oídos después de un año la interpretación de la Pasión según S.Mateo por el Berlin Windsbacher Knabenchor bajo la batuta de Beringer y la música de los Deutsche Kammer-Virtuosen. Qué delicia para todos los sentidos (la vista también disfrutó con su técnica declamatoria). La música de Bach es un aldabonazo para los que creimos en Dios y nos catapulta siempre hacia el espíritu infinito, pero sobremanera esta misa que suelo regalar a mis buenos amigos. Se nos cuela en lo profundo del alma la querencia de que ojalá hubiera existido, pero la soledad más monstruosa ocupa casi todo el espacio, excepto aquel que dejamos invadir por el amor de los más cercanos. El que no ama está solo completamente. Fue bonito mientras duró. De todos modos me doy alguna que otra vez el capricho de reescuchar esta música celestial de una esfera que debería existir. El hombre ha sufrido y batallado tanto y ha encajado los envites del destino con tanta honradez que se lo merecería. Pero la realidad no es nunca superior a sus sueños. No sé por qué de las civilizaciones antiguas -teocráticas todas- nos atraen sus símbolos religiosos, aun cuando ya los hayamos superado porque esa es la verdadera singladura del ser libre: la liberación de un yugo que nos ha esclavizado o castigado. Ulises sufrió el destierro sin retorno durante 10 años por echarle un órdago a Poseidón. ¿El Partenón nos atrae como obra de arte o como símbolo de la religión de una época?. Quiero creer que lo primero, pero hay un embrujo en su atracción que va más allá de Fidias y de Pericles y eso es lo peligroso.
Y, entre otras obras de teatro, nada innovadora y modernizadora -al fin y a la postre todo lo aja el paso del tiempo- pasó "La decente" de Mihura, pero la sola presencia de una estupendísima Victoria Vera, atractiva siempre, intrigante, seductora, con su voz hechizadora y su capacidad envolvente llenó toda la escena auque tenía a su lado a Ana María Vidal y a Manuel Galiana que estuvieron mucho más que correctos. Victoria Vera ha merecido en este país más consideración, porque es de las pocas actrices verdaderas y porque allá donde va avasalla. Otras menos dignas se llevan los honores. Cómo se puede premiar como actriz a una siempre insulsa, dubitante, intranscendente Pene. Acaso porque tiene siglas de ordenador ¡Pordios, pordios! Este mundo va al revés, o lo manejan intereses espurios. Victoria Vera, siempre inteligente, bella pero con esa belleza que transmite la inteligencia, el saber estar, la inmersión en sus personajes, su voz madrileñamente aterciopelada, su agria dulzura de gatita respondona que termina atrayendo como un huracán incontrolado. Ella sola hubiera bastado a ser todas las sirenas que mareaban con su vertiginoso canto al mismo Ulises. Pícara e irónica Vera, podígate más por esta Valencia a la que tánto debes que no habrá Circe que se nos interponga. Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú también desfilaron por el Olympia, pero mi ausencia de Valencia me impidió asistir, supongo que para desdicha mía.