Thursday, January 19, 2006

IN MEMORIAM


A papá
en su definitiva realidad
que es sueño.


DUERME Y SUEÑA, papá, entre las hierbas
que acampan a los pies de tu silencio,
donde velan sus armas los cipreses
y rezan su oración las margaritas.

DUERME Y SUEÑA, papá, ya sin fatiga
esta tarde de abejas y amapolas
que acompañan humildes tu reposo
bajo una brisa de pañuelos blancos.

DUERME Y SUEÑA tu estrella preferida
que ha de bajar su luz a tu mirada
y encenderá en tus ojos nuevamente
la chispa que alecciona al firmamento.

DUERME Y SUEÑA, papá, tu noche clara
que despliega sus nubes indulgentes
y te arropan su sábana de tierra
sobre tu corazón desarropado.

DUERME Y SUEÑA, papá, tu voz al viento
que ha de ir pregonando por su rumbo
la ciencia clara de tu pensamiento,
la fe sincera que hubo en tu plegaria.

DUERME Y SUEÑA, papá, ¿es frío el sueño?
¿Es acaso tu noche solitaria?
¿Miras y ya no ves a los que amaste?
En nosotros perdura tu memoria.
¿Quién no supo favores de tus manos?
Dios ya te ha puesto el sello de elegido,
que ha llamado a tu puerta y has abierto.
Y aquí entre los que siempre te han amado
más que nunca está vivo tu recuerdo.




IN MEMORIAM (A mis hermanos)

(Primer día de difuntos en que papá y mamá reposan juntos el sueño último, que esperamos haya sido el verdadero.)

Hoy llego ante vosotros, padres míos,
a postrar mis rodillas en la tierra
que un día os vio nacer y que ahora encierra
la eternidad de vuestros sueños fríos.

Mi mano huele a azahar y a limonero
y orea mi pelo brisa marinera,
pero si registráis mi faltriquera
huele a tomillo, a orégano, a romero.

Embargado de llanto y de lamento
he subido a la sierra Calderona
a tejer piadoso esta corona
de aromas y de hierbas que os presento.

Allí veréis medrar la humilde hiedra
y florecer el brezo y el lentisco.
Y en invierno la nieve y el pedrisco
tornar el agua de la nube en piedra.

Allí, mamá, aún habita aquella ardilla
que mirabas jugar entre los pinos;
no la verán tus ojos peregrinos
de la triste ribera en la otra orilla.

Tu asiento en la terraza ya vacío
espera tu presencia ensimismada
que lo ocupes y mires resignada
pasar la primavera y el estío.

¡Qué no darían mis ojos lacrimosos
por veros caminantes de la mano
bajo el pinar sin prisas en verano
y bajo el sol de invierno venturosos.

Mas no contemplaréis más primaveras
ni probaréis el fruto del olivo,
ni veréis al invierno compasivo
hacerse manto níveo en las laderas.

Al recordar sombríos tu agonía
se embarga el alma de un pesar sagrado;
tus hijos estuvimos a tu lado,
impotentes del mal que nos venía.

El llanto avasalla nuestra alma,
no sabemos hacernos a perderte,
y ante lo irremediable de la muerte
es tan difícil albergar la calma.

El corazón de luto, el alma en duelo,
baldía la espera, el porte entristecido;
el espíritu absorto y abatido,
ahíto de impotencia y desconsuelo.

Y ser el fin la lápida severa,
sellada de silencios y de olvidos,
tapias de cal, cipreses recogidos
y soledad amarga y lastimera.

¿Abrió papá la puerta a tu llamada?
¿Te ha emocionado su recibimiento?
¿Se convirtió en amor tu sufrimiento
al pasar el umbral de su morada?

Pudo haber dicho: “mi viejita ausente”
y cantarte algún tango que solía
y al abrazarte con melancolía
también habrá llorado amargamente.

¿Qué has respondido tú? ¿Era sincero
tu empeño de marchar que nos decías?
¿Y el reencuentro después de tantos días
os deparó un amor más verdadero?

¿Le has contado que somos más ahora,
que no van mal las cosas en su ausencia,
que le conoce bien su descendencia
y que siempre está viva su memoria?

Que aún nos duele su marcha apresurada
que ya anda impresa su literatura,
que el sudor de su vasta desventura
te han deparado una vejez honrada.

¿Muere el amor si de verdad amamos?
¿Hay después un resquicio a la esperanza?
¿O acaso la cruel desesperanza
trunca los altos sueños que soñamos?

¡Infeliz ilusión! pues miro al cielo
y no hallo de nadie ni de nada
señal de que tras la última jornada
el vacío no enturbie nuestro anhelo.

Tras tu marcha final poco ha ocurrido:
sigue siendo nefasto el noticiero,
nos ha llovido al fin y sin tu esmero
tu hogar está más lóbrego y transido.

De claveles sembramos vuestro lecho,
de rosas amarillas; musitamos
una breve oración y comentamos
algo banal por aliviar el pecho.

El panteón en su humildad cristiana
viste luciente un mármol impoluto,
amor sincero con que expresa el luto
la mano diligente de tu hermana.

Que os den cobijo y sombra los cipreses;
la paz os lleve mansamente el viento;
que la luna os acune con su aliento
y se os antojen plácidos los meses.

Y el día que emprendamos el camino
de este sacro lugar, que esté la puerta
de par en par a la esperanza abierta
en que se cumpla al fin nuestro destino.